NO VOLVAMOS A LA ECONOMÍA "NORMAL" - UNA COLUMNA DE OPINIÓN DEL (RE)FUNDADOR DE COSMYDOR
Una gran parte del mundo está volviendo poco a poco a la vida "normal", lo que a menudo significa disfrutar de libertades básicas como la libertad de movimiento. Los Estados y las administraciones se han apoderado de grandes trozos de nuestras vidas, lo cual puede haber sido necesario durante las circunstancias excepcionales de la crisis sanitaria, pero debería dejar de serlo en cuanto la tasa de mortalidad del virus se haya reducido a la de la gripe estacional.
Los actores económicos también presionan a los gobiernos para que levanten todas las barreras con el fin de volver a la "normalidad", mientras que muchos periodistas, intelectuales y publicaciones en las redes sociales presionan por una forma de "revolución", una "nueva vía", sin tener claro cuál debería ser, cómo se lograría y quién debería estar al mando.
Existe la sensación de que de una crisis de esta magnitud saldrá un mundo diferente, como ha demostrado la historia. ¿Pero cómo de diferente? ¿Y quién decide cómo será? ¿Los académicos? ¿Los políticos? ¿Los directores generales?
La respuesta es sencilla: tú.
La forma en que todos nosotros compramos bienes y servicios determina directa o indirectamente nuestro mundo, su medio ambiente, su economía y su geopolítica. Dejemos de culpar a los políticos, a las grandes corporaciones y a los multimillonarios, y de quejarnos en las redes sociales: eso no cambia nada. Actuemos ahora. ¿Pero cómo?
Tenemos que recordar que, en el momento en que:
comprar cualquier cosa en un contenedor de plástico,
comprar sólo los productos más baratos disponibles a costa de otros en otro momento o lugar,
volar en lugar de utilizar la videoconferencia,
utilizar en exceso nuestra calefacción en casa, o
elegir alimentos procesados (envasados en plástico, que llenan rápidamente nuestros contenedores),
perjudicamos al planeta y apoyamos a una gran corporación que perjudica al medio ambiente (extracción de petróleo, petroquímica, transporte, distribución, pesticidas, etc.), que siempre intentará minimizar los costes a corto plazo a costa de las consecuencias a largo plazo para el planeta.
Pero en el momento en que empezamos a confiar en nuestros instintos y en el sentido común (frente a lo que nos quieren hacer creer los anuncios o nuestra adicción a la búsqueda de gangas), se produce el verdadero cambio: como seres humanos, sabemos intrínsecamente lo que es bueno para nosotros y para el planeta.
Algunas decisiones de consumo las tomamos como individuos; otras dependen de decisiones o políticas colectivas (por ejemplo, las infraestructuras de transporte). Siendo realistas, nuestro planeta puede salvarse si:
El progreso y la tecnología siguen descarbonizando el transporte y la producción de energía.
utilizamos nuestro voto para seguir presionando a los gobiernos para que adopten políticas públicas ecológicas.
la población de los países desarrollados se desplaza hacia el consumo sostenible existente y disponible. Ya existen alternativas ecológicas para la mayoría de las cosas, sólo que algunas aún no se han inventado o puesto en marcha (como fuentes de proteínas más sostenibles o cremas solares no contaminantes).
los países en desarrollo encuentren la manera de descubrir o redescubrir la agricultura orgánica, los conocimientos tradicionales pero modernizados, el ecoturismo y las tecnologías verdes de vanguardia, en lugar de esclavizar a su mano de obra y agotar sus recursos mediante el dumping salarial y el abandono de las normas sociales y medioambientales.
La buena noticia es que una "nueva normalidad" sostenible sería también mucho más agradable: acceso más amplio a la verdadera calidad, transparencia (es decir, aprender a leer las etiquetas y la letra pequeña), redescubrimiento de los beneficios de la naturaleza (especialmente en la agricultura, el turismo, la alimentación y los cosméticos), fabricación local y, si es posible, artesanal, centrarse en cadenas de suministro más cortas para los ingredientes y el embalaje, menor contaminación, etc.
Un consumo placentero que hace el bien, con productos más auténticos y diversos, creando nobles empleos artesanales, y disminuyendo los futuros riesgos de pandemia, ¿qué más se puede pedir?
Esta forma más virtuosa de consumo no es una fantasía sólo para los ricos. Los productos y servicios de calidad, ecológicos, artesanales y de eco-responsable suelen ser más caros, pero de momento representan una mínima parte de sus mercados: el aumento de la demanda hará bajar los precios. Por ejemplo, comprar fruta, verdura y jabones en los mercados de verano del sur de Francia es sólo ligeramente más caro que en los supermercados -gracias a las cadenas de distribución más cortas- y es una experiencia agradable que nos hace sentir bien porque nuestro dinero va directamente al productor. Los modelos de negocio de venta directa al consumidor pueden aportar los mismos beneficios a todos.
Defendamos la idea de que los consumidores tienen el poder de cambiar el mundo cuando utilizan su instinto de cuidado.
Cosmydor es perfecto para esta "nueva normalidad", aunque obviamente no sabíamos que iba a ocurrir:
Producción artesanal sostenible sin desperdicio de energía ni de agua, sin moléculas sintéticas (especialmente petroquímicas), productos 100% biodegradables, envases 98% libres de plástico, que en un 99,5% provienen de Europa.
total transparencia en los ingredientes (que se abastecen en la medida de lo posible a nivel local).
texturas y olores agradables que no utilizan agentes de textura ni fragancias (todos ellos derivados de ingredientes vegetales).
eficacia absoluta con una concentración de principios activos de 10 a 20 veces superior a la de los productos industriales para el cuidado de la piel.
El objetivo de Cosmydor siempre fue ser una de las marcas de belleza más sostenibles del mercado -sin dejar de reconocer humildemente que la sostenibilidad es un camino- y ofrecer los productos más eficientes y agradables posibles.
Esta crisis sanitaria ha aumentado nuestra determinación de hacer más y seguir encontrando soluciones innovadoras para ofrecer más beneficios de belleza con menos costes para el planeta.
Viva la "nueva normalidad"!
Xavier Quattrocchi-Oubradous